29.1.12

Cuenta: un, dos, tres, respira y sonríe.

Una ráfaga de aire invade mi espacio vital. Cierro los ojos. Los vuelvo a abrir. Se me llenan los ojos de arena. Me los froto con cuidado, para no hacerme demasiado daño. He venido a la playa para desconectar un poco de todo. Y creo que, la playa, es el mejor lugar para desaparecer unos instantes. Sí, es invierno pero, la verdad, a esta hora no se está nada mal. Recorro mi mirada por el inmenso horizonte, allí dónde sé que hay más vida, más gente y, seguro que más problemas. Una ola me moja los pies. Noto el agua fría y un poco de sal entre mis dedos. Me aparto un poco. Y entonces el corazón me da un vuelco al recordar justamente hace un año. Todo era perfecto, no podía pedir más. Otra ola mezclada con una ráfaga de aire. Esta me revuelve el pelo con furia y me lo despeina. Recuerdo sin dolor. Diciembre y enero son el centro del recuerdo. Lo recuerdo con una sonrisa mezclada con un sentimiento de nostalgia. Y como siempre, aparece febrero. Una llamada de teléfono dolorosa que huele al final. Sí, como me lo temía era un final. Y definitivo. Terminó con un ‘’adiós, te quiero’’ seguido de otro ‘’adiós, yo también te quiero’’. Por favor, que venga una ola, o una ráfaga de viento. Si no, está lagrima que amenaza con salir se perderá en el inmenso mar y no, no quiero. Un extraño sabor de alegría me invade al recordar el apoyo que tuve en ese maldito mes de febrero. Más aire y con él la pena de no tener ese apoyo ahora. Definitivamente la lágrima cayó en el mar. No la podré recuperar. Tampoco podré recuperar a la Laura del año pasado. Puede que queden algunos restos de aquellos días. Pero no será la misma. Quizás, gracias a esa casi morena, podrá recuperarse después de la nostalgia de este día. Sólo quizás. No quiero tener que volver a perder ni a ser ‘’esa chica con la que todo el mundo juega’’. La verdad es que me di en la cara con la realidad. Y sí, me hice daño. Corro por la playa. No quiero tener que volver a pisar las mismas huellas de antes, esas que dejan un sabor tan amargo. Pero de repente me paro. El recuerdo de un sueño. No era él sino otro. Un perfecto desconocido que me cogía de la mano. Me decía que me quería, que la razón de esa sonrisa tan bien pintada era yo. Luego, yo me emocionaba. Y me sentía feliz al igual que me sentía feliz con él. Puede ser una tontería, pero ese sueño me marcó mucho. Sé que soy joven y que me queda toda esta vida por delante. Pero no puedo evitar sentir que desde hace un año no he vuelto a querer. Tan sólo he vuelto a escribir sobre esto. Una y otra vez. Bolígrafo en mano y hojas blancas ansiosas por ser escritas. El problema es que, al igual que esa pareja que se quieren y que tienen una historia, yo no tengo ninguna. Y estoy ansiosa por tenerla. Caminando por la playa me encontré con tu sonrisa. Sí, es bonita, más bien preciosa. Pero no es la única. Estoy segura de que me encontraré con millones y millones de sonrisas más. Como esta que viene hacía mí junto a unos ojos café claro.

















[Tan sólo ha sido un sube y baja de emociones.]
*Laura ha vuelto. Sólo necesitaba desconectar.

20.1.12

No sé lo que digo. No sé lo que hago.

Tecleo. Una frase. Me gusta. La leo. Y la vuelvo a leer. No, no me gusta. La borro. Pienso. Hago otras cosas. Me viene otra frase. La escribo. No me gusta. No sé lo que digo. No sé lo que hago. No sé cómo expresar esto que me está pasando. Son muchas cosas en tan poco tiempo. Cosas que se juntan con otras y se amontonan en el rincón de: ‘’luego lo hago’’. Más frases. Ahora sí que me gustan. Llego al final y no sé cómo acabarlo. Lo guardo con el título: no estoy para nadie. Tampoco sé expresar este sentimiento que se mezcla con otros sentimientos. Un poco de alegría mezclado con tristeza. Una cucharada de felicidad con un sorbo de decepción. Todo mezclado. Mezcla heterogenia. Se ven los componentes pero no se pueden separar. Quiero acabar esto pero no sé cómo. Me cuesta concentrarme, y no, no es por ti. Es raro, es diferente –y no es en el buen sentido de la palabra-. No sé lo que digo. No sé lo que hago. Quiero escribir pero no sé el que. Un café caliente. Descanso. Vuelvo a pensar. Mente en blanco y manos sobre el teclado. Mis manos vuelan sobre el frío teclado, helado de no ser tocado desde hace tiempo. Y luego la tecla de borrar. No sé lo que digo. No sé lo que hago. Afuera hace frío. No me apetece salir. Aquí se está mejor. Calentita. Con, aún, el café de antes. Sé que debería salir, divertirme, ser feliz. Pero han pasado cosas. Cosas malas. Algunas buenas pero la mayoría malas. Y no sé en qué rincón ponerlas; si en el de ‘’cosas a arreglar lo antes posible’’ o en el de ‘’déjalo ir, ya pasará’’. Prefiero el segundo, aunque aún no lo tengo demasiado claro. Esto que siento no lo puedo arreglar por mi propio pie. Ni siquiera sé que es ‘’esto que siento’’. No sé lo que digo. No sé lo que hago. Sólo sé que aún tengo el café medio lleno y que cada vez llega más adentro este sentimiento que ahora sé lo que es: impotencia. 



*Laura no está, Laura se fue. 

8.1.12

Punto y aparte.

Cara de tonta. Y no, no es por ti. Es por saber que todo está bien. Que todo va a volver a empezar. Nuevas historias que escribir, que contar, que realizar. Y sólo con pensar en todo lo que me queda por conseguir, sonrío. Pero no es una sonrisita tonta y pequeñita, no. Es una sonrisa bien grande y bien bonita. De esas que sólo te salen unas cuantas veces en la vida. ¿Ves? Estoy bien sin ti. Todo me va mejor. ¿Tú bien? Aunque no te lo merezcas espero que sí, que estés bien. Todo el mundo se merece algo mejor, ¿verdad? En fin. Me vuelvo a pintar la gran sonrisa de antes -se ha borrado un poco al pensar en ti- y sigo caminando. Lo veo todo de orto color. Uno más potente, más bonito. Y salto. Estoy feliz. Y no sé por qué. Creo que eso es lo más bonito. Ser feliz sin motivo alguno. Y ahora corro. Creo que es un buen momento para empezar. Empezarlo todo. Una y otra vez. Sigo aquí. Firme. Con las ideas bien claras. Nadie me hará cambiar de opinión. Este será mi año. El año dónde todo empiece. Y seré mejor. Te lo prometo. No cometeré más errores. No caeré con la misma piedra. ¡¿Pero qué hago?! Nada de arrepentimientos. Digo que cuando nadie me ve. Un sí porque esta felicidad no desaparezca. Y creo que ya va siendo hora de decir adiós a la antigua Laura, para decirle hola a la nueva, que ahora será más feliz gracias a pequeños momentos como este. 


Este es el punto y aparte de mi vida. Aquí empieza lo bueno.
*Laura.

4.1.12

Desordenada.

Podría escribir páginas y páginas enteras explicándote que te he echado de menos, que ha sido muy difícil llegar hasta aquí, que gracias a ti hoy soy más fuerte. Pero no. Prefiero (millones de veces) andar descalza hasta la cocina, beber un vaso de agua, y volver. Prefiero tirarme a la piscina con ropa. Prefiero, que sé yo, estar despierta debajo del árbol de Navidad esperando a Papá Noel. Prefiero (millones y millones de veces) sonreír. Porque sí. Porque me da la real gana. Prefiero ser feliz a estar escribiendo sobre ti. Porque ya me cansas. Y es en serio. Quiero estar así, desordenada, rara, como siempre. Quiero que aparezca alguien más. Quiero serlo todo o nada. Quiero ser extranjera en mi propia ciudad. Y después de sentir todo esto, tan sólo quiero tumbarme en la cama y decir -y creerme-: todo está (más que) bien.


Tengo una felicidad tan extrema que ni si quiera la puedo expresar.
*Laura.

2.1.12

Cada película que vemos, cada historia que nos cuentan, nos pide que creamos en ellas. El giro al final de la historia, la declaración de amor inesperada, la excepción a la regla. Pero a veces, estamos tan obsesionadas por encontrar nuestro final feliz que nos olvidamos de leer las señales. Las que diferencian a los que nos quieren de los que no; a los que se quedarán de los que se irán. Y es posible que ese final feliz no incluya al hombre ideal. Puede que, seas tú. Recomponiéndote y volviendo a empezar. Liberándote para algo mejor que puede haber en tu futuro. Puede que el final feliz sea simplemente, pasar página. O puede que el final feliz sea éste, saber que a pesar de todas las llamadas no devueltas, de todos los desengaños, las meteduras de pata, y las señales malinterpretadas. A pesar de todo el dolor y el bochorno, nunca perdiste las esperanzas.


De ¿Que les pasa a los hombres?
Creo que esta película me ha echo pensar. 
Al final del camino, a pesar de todo, serás feliz. 
No importa el cómo ni el porqué. 
Solamente lo serás y no habrá ninguna explicación más.